domingo, 1 de mayo de 2011

Ah, los libros y sus lectores, parte II

Acabo de revisar mi blog, cosa que no hago muy a menudo, para cerciorarme de la fecha en que había escrito mi último comentario de libros. No podía creerlo. La rapidez del tiempo, lugar común mediante, de esta era, es realmente abismal. Lo hice nada menos que en el 2009, lo que no quiere decir que desde entonces no leí nada. Así que, con bastante vergüenza, retomo el tema, que por lo demás, me sigue apasionando. Ya había comentado entonces mis dificultades con la lectura de libros actuales, mi miedo, a veces, mi desolación, muchas veces. Pero por suerte, existen las excepciones, y esta vez no me fue tan mal con mi decisión, creo que hasta heroica, aunque no lo parezca, de volver a entrar en la contemporaneidad (qué palabrita). Mi nueva iniciación comenzó con la “Historia del amor”, de una, para mí desconocida, joven escritora norteamericana, Nicole Krauss. Me fue de maravillas. Una escritura con excelente lenguaje, incluida traducción mediante, ingenio, agudeza, ternura, y sobre todo, inteligencia. Además de tener el plus de llevarnos y traernos desde una Europa en guerra y con holocausto hasta nuestras tierras, Buenos Aires y Valparaíso, nada menos que mi Valparaíso, pasando por Borges y Nicanor Parra. Los personajes que integran la novela, creíbles y cercanos, incluso con el atrevimiento de Nicole Krauss de hacerlos hablar desde una primera persona, tratándose en un caso de un viejo triste y desengañado y en otro de una adolescente.  Una crítica mínima: el final, para mí, un poco artificioso si lo comparo con el resto de la novela.  En resumen, una novela imperdible.
Así las cosas, decidí aventurarme todo el verano con escritores actuales. Conocí un escritor uruguayo interesante: Felipe Polleri, su novela, “La inocencia”. Título por demás irónico, dado el tenor de su escritura. Dividida en tres partes, vale la pena por la primera: excelente lenguaje, ironía, crítica social. Seguí con Uruguay y la misma editorial, HUM: Ercole Lissardi con “Los secretos de Romina Lucas”. No me fue tan bien. A pesar de una contratapa en que lo califican de “un fenómeno único en la literatura uruguaya por la tersa belleza de su escritura y el intenso erotismo que es el eje de su obra”. Bueno, epítetos que creo bastante exagerados. Su escritura es más bien tersa que bella y su erotismo nada sutil.
Decidí entonces abandonar a los escritores de la “otra orilla” y conocer a un absoluto desconocido, el joven escritor canadiense Steven Galloway, que traía en la tapa un muy buen comentario del Nobel J. M. Coetze. La novela “El violonchelista de Sarajevo”  no sé si es tan “apasionante” como la describe Coetze, pero sí es interesante. Es una historia verídica que transcurre durante el espantoso cerco de Sarajevo. Contada a través de tres personajes que padecen este cerco, la primera historia, la del violonchelista, es la mejor escrita. (Parece que siempre las primeras partes fueron mejores).
Luego seguí con un español muy conocido y muy premiado, al que conocía solo por sus artículos periodísticos: Juan José Millás. Su libro, “Laura y Julio”, no me gustó nada. Parece que no me doy bien con los escritores españoles, los “actuales”, porque sí amo a los clásicos. Una escritura correcta, buena gramática, y nada más en este triángulo poco creíble y aburrido.
Pero de casualidad, y porque buscaba a este escritor inglés, Julian Barnes, me encontré con otro triángulo amoroso en la novela “Hablando del asunto”. La dejé para el final porque es un libro que me pareció excelente: escrito desde cada uno de los personajes que componen este triángulo amoroso hablándole a un narrador, o más bien, un “oidor”, en segunda, porque nunca aparece,  se va desarrollando una trama apasionante, en el que el interior de cada uno se va dejando ver de a poco, con sus diferentes y escondidas aristas, sus contradicciones, envidias, celos, amores. El lenguaje es incisivo y bello y toda la novela está escrita y pensada con gran inteligencia. La recomiendo sin ningún pero, ninguna crítica. Me deslumbró. Lo que un buen escritor puede hacer con un tema simple y trillado hasta el cansancio, es lo que define la buena literatura.