Marzo:
Con recelo, o mejor dicho, con miedo, volví a Chile. Pero esta vez, de manera distinta, como una turista en busca del hilo nerudiano a través de sus casas. Fue una experiencia maravillosa. Además de que la tierra se mostró benevolente y no se produjo ninguna réplica durante nuestra visita, fue un viaje de recuperación, lo más profundo de mis lecturas y sentimientos, esas palabras que se hicieron raíces en el alma y me volvieron a sacudir. Un temblor interno, violento, y al mismo tiempo dulce. Las casas de Neruda son él, son su poesía, son su vida. Y el mar que no tan tranquilo nos baña, es su mar y es mi mar, el del recuerdo y también el de mis narraciones. Imborrable y permanente.
Van algunas fotos de esos días.
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