lunes, 5 de abril de 2010

¡2010!

Me está costando mucho trabajo entrar en este 2010 que tanto dolor y destrucción está dejando a poco de comenzar. Primero fue la muerte y devastación que quedó tras el terremoto de Haití, comenzando recién el año, y luego, al mes siguiente, el fuertísimo terremoto de Chile. Vivir lejos, tanto tiempo, no disminuyó en absoluto la sensación de orfandad que hizo que esta tragedia en mi país me sacudiera hasta los pliegues más profundos. La sensación de que no estaba pisando tierra firme, a pesar de saber que estaba en tierra firme, me dejó primero horrrorizada, luego en absoluta parálisis, suspendida en el tiempo, por horas y horas inmóvil frente a las noticias del televisor que reproducía una y otra vez las imágenes del horror. Y por fin, las lágrimas, que parece ser que mojan el alma, y entonces la necesidad urgente del contacto físico con mi familia, los amigos, los conocidos, los desconocidos, la sociedad entera de la que hace mucho solo formo parte circunstancial, pero que es todo mío, y estos sacudones de la naturaleza te hacen saber que ahí están tus raíces, intactas, no importa el tiempo que transcurra, ni el rumbo que toma tu vida, porque todo lo que eres o lo que no eres, está adentro tuyo, marcado a fuego. Y entonces pienso, por suerte, está adentro, no soy ajena, no quiero ser ajena, en lo bueno y en lo malo, como dicen por ahí, hasta que la muerte nos separe, o quizás más allá de la muerte.
Bueno, y aquí seguimos andando, como dice Mercedes Soza cuando canta a Atahualpa, curtidos de soledad, y con nosotros nuestros muertos, para que nadie quede atrás. Aquí seguimos, recién comenzando en abril este año 2010 que esperamos se tranquilice y traiga mejores cosas para todos.