- 399e auteur publié dans « Lectures d'ailleurs » ;
- l'Argentine Mireya Keller, avec trois microrécits :
« Pas très mâle », traduit par Victor Berry et Caroline Lepage (Université de Poitiers)
« La Densité de la pluie », traduit par Annelise Lefizelier (Université de Poitiers).
« Le Chat d’Eduviges », traduit par Alice Pantel (Université de Lyon 2).
Intégré à « Lectures d'Argentine 2 », page 111.
lunes, 19 de mayo de 2014
Mayo y la 40° Feria del Libro
Los primeros vientos fríos comienzan a soplar entre el revuelo de hojas mientras caminamos, inexorables, hacia el inicio del invierno, pero aun nos parece sentir el calor de la muchedumbre que recorría los colmados pasillos de la 40 Feria del libro. Para el tan comentado “fin del libro”, parece una hazaña. Es cierto que cada año es “más feria”, más “biblia y calefón”. Premios nóbeles, como Coetzee este año, un Paul Auster al lado de “vendedores” mediáticos, libros de cocina, autoayuda, entretenimientos. Cada vez más fiesta pagana, pero también la celebración, la vida del libro, la posibilidad de que mucha gente acceda a ese mundo colmado de hojas y palabras – para nosotras ritual y mágico – del que tal vez el resto del año ni se van a acordar. Es una gran fiesta popular, y como tal, adherimos a celebrarla. Al menos una vez al año, el protagonista vuelve a ser el libro. ¡Bienvenido sea!
En medio de esta “fiesta” tuvimos la oportunidad de asistir a la 6° Jornada de Microficción, organizada por Raúl Brasca. Muy bien organizada por Raúl, como siempre. Plena de gente y novedades. Conocidos y también la asistencia de escritores de microficción de diferentes puntos del país y de Latinoamérica. La frutillita del postre de este año: los microteatros. ¡Excelentes!
Una vez más, valió la pena. Será hasta la próxima.
Una vez más, valió la pena. Será hasta la próxima.
sábado, 10 de mayo de 2014
Linda experiencia y excelente trabajo de Caroline Lepage
- https://www.facebook.com/pages/Lectures-dailleurs-Tradabordo/52959790706828
viernes, 4 de abril de 2014
Un cuento de mi libro "El ojo en la cerradura", respecto a lo que escribí sobre la naturaleza y los hombres.
Una
fábula
“… y la tierra
es empinada. Se desgaja por todos
lados en
barrancas húmedas, de un fondo que se pierde
de tan lejano. Dicen los de Luvina que de
aquellas
barrancas suben
los sueños; pero lo único que vi
subir fue el
viento …”
Luvina
Juan Rulfo
Si
las ruinas de la Aldea se ordenaron y a las ratas las exterminaron y no hay más
latas vacías en los techos y con los cartones ya no se come ni se pintan
carteles de mentira y en el fausto de las iglesias duermen los niños de la
calle y en los altoparlantes no se cantan marchas de victoria ni de guerras,
porque el frío se fue, con los campos de exterminio, Bosnia se fue, como se fue
el Golfo, y la tortura, en el cemento frío de Santiago, los degollaron, y en
los cerros de Tucumán, ahí también fue, medio selva, medio calor, miedo, miedo
húmedo, miedo enterrado, fueron enterrados, con las ideas que nunca les
sacaron, con las ideas también el Muro, también Giordano de Italia, y la Juana
de Francia, los quemaron, como se quemó la Alejandra de Martín, como se murió
Carlota, la de Harry, con el Amor a cuestas, sí, por las cuestas, los
persiguieron, con metralletas, sin crucificarlos, las cruces se acabaron, y los
héroes se agotaron, solo están las tumbas, de los viejos jubilados que peleaban
en las plazas, de los jóvenes mutilados, les cercenaron piernas y brazos y
después los mataron, y se rieron de la hazaña como niños mientras crecían los
niños, sin ojos, y en la boca los callaron, y la Ilusión que a veces los
rondaba también la enterraron, y quedaron solo ellos, los pequeños idiotas,
distribuyéndose por rincones, acomodándose multiplicándose, cabalgando, miles
de ellos cabalgando con las ratas por el mundo de cloacas, madrecloaca
padrecloaca por qué los hijos, porque los hijos, la especie, el instinto, aferrándose
como siempre, como puede, dando la vuelta el ciclo huele se pudre y después
renace, como siempre, como puede, en medio del exterminio, y otra vez se
levanta el Amor entres las ruinas de las cloacas, Espartaco y sus huestes de
harapos, y Cristo en harapos, y las Cruzadas, y la Inquisición y su fausto,
otra vez las espadas, otra vez Gandhi y los cañones de los ingleses, otra vez
la sangre en los campos y el hambre y el frío que vuelve, siempre vuelve, en
todas partes, menos en la Aldea, si ahí exterminaron a las ratas y sus festines
y sus convidados es porque la Aldea es una fábula que inventamos.
Mireya Keller
De
su libro de cuentos,
El ojo en la cerradura
jueves, 3 de abril de 2014
La violencia hace parte de la naturaleza y de la "naturaleza" de los hombres
¡Chile y su sacudida geografía!
Cuando la naturaleza desata sus tentáculos atrapa sin compasión. Es lo que está ocurriendo en ese norte de Chile. No da descanso. No da tregua. Hoy lo vivo con angustia pero en la distancia. Sin embargo, ya lo he vivido, desesperadamente, en directo. Esperemos que ese monstruo aletargado que se esconde bajo el mar y la arena, despierto y activo en estos momentos, sin ningún miramiento, suelto entre la gente aterrorizada, por fin vuelva a su reposo de años.
Coincidió que junto a las noticias alarmantes de Chile, leí un artículo que también vuelve a despertar un monstruo, ese que está escondido en la "naturaleza" de los hombres. Muy lejos, al otro lado del mundo, y no por eso menos terrible, y después de décadas de dudas y frío silencio, escribe desde Jerusalén, Carmen Rengel para el diario El País:
Cuando la naturaleza desata sus tentáculos atrapa sin compasión. Es lo que está ocurriendo en ese norte de Chile. No da descanso. No da tregua. Hoy lo vivo con angustia pero en la distancia. Sin embargo, ya lo he vivido, desesperadamente, en directo. Esperemos que ese monstruo aletargado que se esconde bajo el mar y la arena, despierto y activo en estos momentos, sin ningún miramiento, suelto entre la gente aterrorizada, por fin vuelva a su reposo de años.
Coincidió que junto a las noticias alarmantes de Chile, leí un artículo que también vuelve a despertar un monstruo, ese que está escondido en la "naturaleza" de los hombres. Muy lejos, al otro lado del mundo, y no por eso menos terrible, y después de décadas de dudas y frío silencio, escribe desde Jerusalén, Carmen Rengel para el diario El País:
La Historia desentierra Treblinka
Arqueólogos británicos excavan por
vez primera en uno de los campos de exterminio nazis
Hallan importantes restos de la
masacre masiva de judíos
Treblinka era uno de los argumentos preferidos de los negacionistas del
Holocausto. Los testimonios de los supervivientes y los documentos hablaban de
un campo de exterminio a hora y media de Varsovia, pero en el punto indicado
solo había una loma verde, una granja, un bosque. Nada que ver con los barracones
y con las duchas de Auschwitz. Nunca se habían hallado evidencias de la
maquinaria del mal que acabó con entre 700.000 y 900.000 judíos y un número
indeterminado de gitanos. Nunca... hasta ahora. Un equipo de la Universidad de
Staffordshire(Reino Unido), comandado por la arqueóloga forense Caroline Sturdy Colls, ha encontrado la
primera evidencia física de las cámaras de gas, cimientos y losas, además de
varias fosas comunes.
Su investigación no solo es importante porque aporta la única prueba
tangible de que Treblinka no es un mito, sino
por los medios empleados para dar con ella. Durante seis años, explicaba ayer a
EL PAÍS la doctora, se hicieron mapas computarizados y fotografías aéreas, se
usaron sofisticados GPS y georradares, incluso un escaneo láser —denominado
Lidar—, todo para hallar muestras de que había tierra removida y algún indicio
de obra pasada. Es un proceso que, en la base, se asemeja al empleado en España
para buscar algunas fosas de la Guerra Civil, incluyendo la del poeta y dramaturgo
Federico García Lorca en Granada.
Aunque los nazis hicieron un buen trabajo escondiendo el campo,
ocultándolo en una inocente zona de labranza a base de tirar los muros,
rellenar los huecos y nivelar el suelo, los expertos lograron detectar tres
zonas, bastante distantes entre sí, en las que comenzaron a cavar y encontraron
los primeros huesos humanos, muchos en un nivel muy superficial y con extraños
cortes. Aún no está claro el número de cuerpos localizados.
Luego vinieron los cimientos, oquedades tapadas a conciencia con todo
tipo de materiales que fueron la base de las cámaras de gas. Y también el
descubrimiento más macabro: unas losas de cerámica, finas, entre rojizas y
mostaza, con la estrella de David en relieve. Muchos supervivientes habían hablado
ya de esos dibujos, como se ve en sus relatos en el Museo Yad Yashem de
Jerusalén: la cámara de gas, contaban, estaba disfrazada de mikvé,
el baño ritual judío, por lo que los hombres y mujeres que llegaban a Treblinka
pensaban que iban sencillamente a lavarse. El símbolo sagrado del judaísmo en
la fachada de ese edificio al que los arrastraban les hacía sentirse seguros,
confiados... y engañados hasta el último momento. Así durante los 24 meses que
funcionó el campo, entre 1942 y 1943.
Gracias a las excavaciones, se ha podido diseñar además un mapa del
recinto, desde la vía de tren a la que llegaban los judíos y gitanos —a los que
se prometía que Treblinka solo era una zona de paso, antes de ser deportados al
Este, como recuerda el profesor Gideon Greif— hasta las dos cámaras de las que
hay restos, una con capacidad para 600 personas y otra para 5.000, y el pasillo
al aire libre por el que los llevaban. Hay testimonios, no obstante, que
hablaban de hasta una decena de cámaras repartidas por la zona. En 60 minutos,
los vivos pasaban del tren a la desnudez y a la muerte, según indican los
arqueólogos en el documental Treblinka: la máquina de matar de Hitler,
emitido por el Smithsonian Channel, donde se ha dado a conocer este
descubrimiento y que incluye una recreación del espacio.
La profesora Sturdy Colls explica que su mayor afán era el de ser
respetuosa con la zona, convertida en lugar de homenaje a las víctimas tras la
Segunda Guerra Mundial y donde se habían vetado las excavaciones, por respeto.
La
estimación de muertos en el campo de exterminio fluctúa entre 700.000 y 900.000
Vía correo electrónico, Sturdy Colls sostiene que convenció a los
responsables del museo e incluso al Gran Rabinato de Polonia de que su técnica
no invasiva iba a respetar a los muertos y, a la vez, a dar respuestas a los
vivos. “La primera vez que fui allí me quedó claro que había una abundancia de
evidencias que habían sobrevivido en el terreno y probaban que Treblinka fue un
campo de exterminio, no de paso. Ser capaz de confirmarlo ha sido un honor para
mí. Había que hacerlo para que aprendan las generaciones futuras”, indica la
doctora, especializada en usar sus conocimientos forenses con fines históricos,
más allá de sus clases universitarias y de sus colaboraciones con la Policía
británica. La zona, remarca, ha quedado luego tal y como la encontraron, con
los monolitos de piedra que recuerdan a las innumerables víctimas.
Su técnica, abunda,
abre “nuevas posibilidades para el examen del Holocausto o de otros sitios de
conflicto”, por lo que planea continuar indagando en otros escenarios. Ya lo ha
hecho, usando estos mismos medios, en Staro Sajmiste (Belgrado) y en las islas
del Canal del Reino Unido, con resultados positivos. Pero Treblinka es
diferente, “especial”, por lo que supone para las víctimas, que ahora pueden
enseñar al mundo las piedras que vieron y tocaron. Para dar a conocer los
descubrimientos y los métodos empleados, se preparan ya una exposición y un
libro con la tarea del equipo de Staffordshire.
domingo, 9 de marzo de 2014
¡Qué ejemplo! Para no olvidarlo
Varias
vidas en una sola
Alice Herz-Sommer. La pianista checa
fallecida hace dos semanas a los 110 años fue la sobreviviente más longeva del
Holocausto y además testigo excepcional de su tiempo; entre otros, conoció a
Mahler, Kafka, Schnabel y Golda Meier
Poco menos de diez días
después de que Alice Herz-Sommer muriera en Londres, el 23 de febrero, a los
110 años, The Lady in Number 6,
la película de Malcolm Clarke que cuenta parte de su historia, ganó el Oscar al
mejor corto documental. Es muy probable que, de haber llegado a enterarse,
Alice (así, sin los apellidos paterno y de casada, se la conoce) se hubiera
encogido de hombros con indiferencia y se hubiera reído con esa risa amplia que
conocemos por las filmaciones. Muy poco le importaban las posesiones y esa
variedad torcida de la voluntad de posesión que es la fama. "No
necesitamos cosas", dijo en sus conversaciones con Carolina Stoessinger.
En el caso de Herz-Sommer suele ponerse el acento en el lugar equivocado. Es
cierto que fue la sobreviviente más longeva del Holocausto, pero su
singularidad no reside solamente en esa prueba de resistencia de los años. Fue
antes y después de cualquier otra cosa pianista, pero una pianista a la que la
historia convirtió a la fuerza en testigo excepcional. Es difícil imaginar que
la misma persona pueda haber asistido al último concierto que Gustav Mahler
dirigió en Viena, frecuentado a Franz Kafka, tomado clases con Arthur Schnabel,
sobrevivido a un campo de concentración nazi, visto tocar a Daniel Barenboim a
los diez años en Israel y trabar amistad con Golda Meier. Parecen más bien
varias vidas en una sola. De todas esas vidas estuvo hecha la vida de Alice
Herz-Sommer.
Alice
fue una florescencia ejemplar de la cultura judía centroeuropea. Cuando nació,
Praga formaba parte todavía del Imperio austrohúngaro. Es posible que la
disolución de ese imperio, de su aparente seguridad, haya sido la primera, si
bien la menos dolorosa también, de las muchas pérdidas que acompañaron su vida.
Hasta el ascenso del nazismo, Herz-Sommer venía desplegando una sólida carrera
como pianista. Václav Stepán había sido su maestro, y luego estudió también con
Schnabel y Eduard Steuermann, tan ligado a la nueva música. Max Brod escribió
críticas favorables de sus actuaciones. El piano era para Alice una actividad
de tiempo completo; además de trabajar en una empresa de importaciones, Leopold
Sommer, con quien se había casado en 1931, era violinista aficionado y solían
tocar juntos.
Theresienstadt
fue un campo de concentración particular. El nazismo lo usó como propaganda de
"campo modelo" que les permitía a los judíos vivir al margen de la
guerra, aunque en realidad era una estación intermedia en la deportación hacia
Auschwitz. En la medida en que se alentaban las actividades musicales, Alice
dio innumerable conciertos y trabajó con los compositores Hans Krása y, sobre
todo, Viktor Ullmann, que le pidió que estrenara allí su Sexta sonata. Aunque
Herz-Sommer no lo dice, no es improbable que haya colaborado también con
Ullmann en el estreno, en el campo mismo, de la ópera El emperador de la
Atlántida. Algo parecido sucedió con el Cuarteto
para el fin del Tiempo de
Olivier Messiaen, cuya primera audición se realizó en el campo de prisioneros
Stalag VIII- A. Así como Messiaen decía que nunca como entonces una obra suya
había sido escuchada con tanta atención, Alice aseguraba que las sonatas de
Beethoven y Schubert nunca le habían salido mejor que en el campo de
concentración. Cuando insistía en que la música le había salvado la vida, esa
frase no debía entenderse solamente en un sentido espiritual; es muy probable
que la música le haya salvado literalmente la vida. Una noche, después de uno
de los conciertos, la abordó un soldado alemán, quizá uno de los guardias el
campo. "¿Es usted la señora Sommer?", le preguntó. Y siguió:
"Vengo de una familia de melómanos. Mi madre era una buena pianista y me
llevó a muchos conciertos. Creo que sé bastante de música. Quería agradecerle
su concierto y decirle que significó mucho para mí". Antes de perderse en
la oscuridad, dijo algo más: "Usted y su hijo no estarán en ninguna lista
de deportación. No se preocupe". Alice nunca supo quién era ese soldado.
Ni su madre ni Leopold sobrevivieron a los campos, pero fue tal vez ese
concierto lo que la salvó a ella y a su hijo.
Alice
fue una mujer excepcional que trató con personas excepcionales y logró aprender
de ellas. El primero de todos fue acaso Kafka. Irma, la hermana mayor de Alice,
estaba comprometida con el filósofo Felix Weltsch, que era amigo de Kafka.
Desde entonces, Kafka empezó a frecuentar la casa de los Herz y salir de picnic
con la familia. En esas excursiones, Alice solía nadar con Kafka. Los dos eran
grandes nadadores. Todavía joven, ella corría carreras de orilla a orilla del
Moldava, y de grande, hasta los 108 años, nadaba todas las mañanas. Pero esa
intimidad con Kafka, el hecho de que para ella el escritor fuera simplemente
"el tío Franz", no le anuló a Herz-Sommer la distancia necesaria para
leerlo con admiración. Tenía incluso, a partir de muchas charlas con Brod, una
teoría personal para comprender la literatura kafkiana y la condición
excéntrica de sus personajes. Según Alice, la madre de Kafka era ortodoxa
mientras que su padre era totalmente laico: "Kafka nunca supo a dónde
pertenecía, nunca estuvo seguro de su identidad o de qué camino tomar. Elegir
habría significado decepcionar a uno de sus progenitores. Éste era el núcleo de
su problema".
Sola en el departamentito de Londres en el que pasó sus últimos
años, Alice no tenía más que algunas cajas con fotos y el Steinway vertical que
tocaba tres horas por día. Tenía una rutina inamovible para no perder tiempo
que alcanzaba incluso a las comidas: siempre sopa de pollo, lo que despajaba
toda vacilación sobre el menú y simplificaba las tareas de cocina. Nunca se
enemistó con el mundo: "Quejarse no sirve de nada. Sólo hace que todos se
sientan mal". Educada filosóficamente en la modestia de Spinoza, igual que
su amigo Barenboim, Herz-Sommer creía en Dios, pero en un Dios que se
manifiesta en el orden de lo que existe y no se implica en los actos humanos.
"El mal no es nuevo. Depende de nosotros cómo tratemos con el bien el mal.
Nadie nos puede quitar ese poder"..
miércoles, 26 de febrero de 2014
Algunas microficciones
De la antología
¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género
El texto traducido al alemán para la revista literaria ILA
Dijo poco hombre
Eso dijo. Poco
hombre, maricón. Usted me entiende señor Juez. Tenía que defenderme. Salvar mi
honor. Por eso busqué el martillo. Claro que le pegué fuerte. Pero la maldita
seguía gritando. Hasta que saqué el facón, el grande, de hacer asado. Y por
fin.
Gracias señor
Juez.
Su comprensión me
conmueve.
Texto del libro
Subirse al micro
La densidad de la lluvia
Tampoco ese día
hubo noticias. Llevaba más de dos semanas desaparecida. El tiempo había
cambiado, estaba frío y húmedo. Me preocupaba porque había salido con
sandalias, remera, y una falda corta y finita.
Nadie la vio. O al menos eso dicen y me angustia cuando lo dicen. Yo
busco y espero. Aun cuando los rostros ya me miran sin sonrisas y las palabras
enmudecen en sus bocas, busco y espero.
Ahora llueve a
cántaros.
¡2014! Con pequeñas noticias y un libro nuevo
Evidentemente no soy una bloguera compulsiva. Ni siquiera puedo autodefinirme como bloguera simple. Las evidencias me delatan. Ni yo puedo creer que no entré en mi blog durante todo este tiempo. Quizás mis dudas con respecto a la funcionalidad de estos instrumentos de comunicación se hayan tornado más fuertes: cada día son más, parece que infinitamente más. Es un universo en constante expansión, dentro del cual nos perdemos como una humilde aguja tapada por un pajar. ¡Y a quién le importa esa aguja! En fin, digresiones aparte, vamos a los hechos:
- 2013 fue un año en el que me dediqué en serio a la microficción
- en abril 2013, y con el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires, fui invitada a participar con lecturas en la Jornada de Microficción que organiza Raúl Brasca
- en agosto apareció la antología de microficción "¡Basta! cien mujeres contra la violencia de género", en el cual participé con un texto que hacia fines del 2013 fue seleccionado, junto a otros 4 de las 100 textos que componen el libro, para ser traducido al alemán como parte de un artículo sobre esta antología que escribió Esther Andradi para la revista alemana de literatura, ILA, publicado en enero 2014
- y por último, comenzamos 2014 con un nuevo libro, de microficción, escrito en conjunto con mi compañera de viaje literario, Zulma Fraga. Un nuevo título de Editorial Piso 12: Subirse al micro
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