viernes, 4 de abril de 2014

Un cuento de mi libro "El ojo en la cerradura", respecto a lo que escribí sobre la naturaleza y los hombres.

Una fábula


“… y la tierra es empinada. Se desgaja por todos
lados en barrancas húmedas, de un fondo que se pierde
 de tan lejano. Dicen los de Luvina que de aquellas
barrancas suben los sueños; pero lo único que vi
subir fue el viento …”

Luvina
Juan Rulfo


            Si las ruinas de la Aldea se ordenaron y a las ratas las exterminaron y no hay más latas vacías en los techos y con los cartones ya no se come ni se pintan carteles de mentira y en el fausto de las iglesias duermen los niños de la calle y en los altoparlantes no se cantan marchas de victoria ni de guerras, porque el frío se fue, con los campos de exterminio, Bosnia se fue, como se fue el Golfo, y la tortura, en el cemento frío de Santiago, los degollaron, y en los cerros de Tucumán, ahí también fue, medio selva, medio calor, miedo, miedo húmedo, miedo enterrado, fueron enterrados, con las ideas que nunca les sacaron, con las ideas también el Muro, también Giordano de Italia, y la Juana de Francia, los quemaron, como se quemó la Alejandra de Martín, como se murió Carlota, la de Harry, con el Amor a cuestas, sí, por las cuestas, los persiguieron, con metralletas, sin crucificarlos, las cruces se acabaron, y los héroes se agotaron, solo están las tumbas, de los viejos jubilados que peleaban en las plazas, de los jóvenes mutilados, les cercenaron piernas y brazos y después los mataron, y se rieron de la hazaña como niños mientras crecían los niños, sin ojos, y en la boca los callaron, y la Ilusión que a veces los rondaba también la enterraron, y quedaron solo ellos, los pequeños idiotas, distribuyéndose por rincones, acomodándose multiplicándose, cabalgando, miles de ellos cabalgando con las ratas por el mundo de cloacas, madrecloaca padrecloaca por qué los hijos, porque los hijos, la especie, el instinto, aferrándose como siempre, como puede, dando la vuelta el ciclo huele se pudre y después renace, como siempre, como puede, en medio del exterminio, y otra vez se levanta el Amor entres las ruinas de las cloacas, Espartaco y sus huestes de harapos, y Cristo en harapos, y las Cruzadas, y la Inquisición y su fausto, otra vez las espadas, otra vez Gandhi y los cañones de los ingleses, otra vez la sangre en los campos y el hambre y el frío que vuelve, siempre vuelve, en todas partes, menos en la Aldea, si ahí exterminaron a las ratas y sus festines y sus convidados es porque la Aldea es una fábula que inventamos.

Mireya Keller
De su libro de cuentos,
El ojo en la cerradura



jueves, 3 de abril de 2014

La violencia hace parte de la naturaleza y de la "naturaleza" de los hombres

¡Chile y su sacudida geografía!
Cuando la naturaleza desata sus tentáculos atrapa sin compasión. Es lo que está ocurriendo en ese norte de Chile. No da descanso. No da tregua. Hoy lo vivo con angustia pero en la distancia. Sin embargo, ya lo he vivido, desesperadamente, en directo. Esperemos que ese monstruo aletargado que se esconde bajo el mar y la arena, despierto y activo en estos momentos, sin ningún miramiento, suelto entre la gente aterrorizada, por fin vuelva a su reposo de años.
Coincidió que junto a las noticias alarmantes de Chile, leí un artículo que también vuelve a despertar un monstruo, ese que está escondido en la "naturaleza" de los hombres.  Muy lejos, al otro lado del mundo, y no por eso menos terrible, y después de décadas de dudas y frío silencio, escribe desde Jerusalén, Carmen Rengel  para el diario El País:

La Historia desentierra Treblinka
Arqueólogos británicos excavan por vez primera en uno de los campos de exterminio nazis
Hallan importantes restos de la masacre masiva de judíos
Treblinka era uno de los argumentos preferidos de los negacionistas del Holocausto. Los testimonios de los supervivientes y los documentos hablaban de un campo de exterminio a hora y media de Varsovia, pero en el punto indicado solo había una loma verde, una granja, un bosque. Nada que ver con los barracones y con las duchas de Auschwitz. Nunca se habían hallado evidencias de la maquinaria del mal que acabó con entre 700.000 y 900.000 judíos y un número indeterminado de gitanos. Nunca... hasta ahora. Un equipo de la Universidad de Staffordshire(Reino Unido), comandado por la arqueóloga forense Caroline Sturdy Colls, ha encontrado la primera evidencia física de las cámaras de gas, cimientos y losas, además de varias fosas comunes.
Su investigación no solo es importante porque aporta la única prueba tangible de que Treblinka no es un mito, sino por los medios empleados para dar con ella. Durante seis años, explicaba ayer a EL PAÍS la doctora, se hicieron mapas computarizados y fotografías aéreas, se usaron sofisticados GPS y georradares, incluso un escaneo láser —denominado Lidar—, todo para hallar muestras de que había tierra removida y algún indicio de obra pasada. Es un proceso que, en la base, se asemeja al empleado en España para buscar algunas fosas de la Guerra Civil, incluyendo la del poeta y dramaturgo Federico García Lorca en Granada.
Aunque los nazis hicieron un buen trabajo escondiendo el campo, ocultándolo en una inocente zona de labranza a base de tirar los muros, rellenar los huecos y nivelar el suelo, los expertos lograron detectar tres zonas, bastante distantes entre sí, en las que comenzaron a cavar y encontraron los primeros huesos humanos, muchos en un nivel muy superficial y con extraños cortes. Aún no está claro el número de cuerpos localizados.
Luego vinieron los cimientos, oquedades tapadas a conciencia con todo tipo de materiales que fueron la base de las cámaras de gas. Y también el descubrimiento más macabro: unas losas de cerámica, finas, entre rojizas y mostaza, con la estrella de David en relieve. Muchos supervivientes habían hablado ya de esos dibujos, como se ve en sus relatos en el Museo Yad Yashem de Jerusalén: la cámara de gas, contaban, estaba disfrazada de mikvé, el baño ritual judío, por lo que los hombres y mujeres que llegaban a Treblinka pensaban que iban sencillamente a lavarse. El símbolo sagrado del judaísmo en la fachada de ese edificio al que los arrastraban les hacía sentirse seguros, confiados... y engañados hasta el último momento. Así durante los 24 meses que funcionó el campo, entre 1942 y 1943.
Gracias a las excavaciones, se ha podido diseñar además un mapa del recinto, desde la vía de tren a la que llegaban los judíos y gitanos —a los que se prometía que Treblinka solo era una zona de paso, antes de ser deportados al Este, como recuerda el profesor Gideon Greif— hasta las dos cámaras de las que hay restos, una con capacidad para 600 personas y otra para 5.000, y el pasillo al aire libre por el que los llevaban. Hay testimonios, no obstante, que hablaban de hasta una decena de cámaras repartidas por la zona. En 60 minutos, los vivos pasaban del tren a la desnudez y a la muerte, según indican los arqueólogos en el documental Treblinka: la máquina de matar de Hitler, emitido por el Smithsonian Channel, donde se ha dado a conocer este descubrimiento y que incluye una recreación del espacio.
La profesora Sturdy Colls explica que su mayor afán era el de ser respetuosa con la zona, convertida en lugar de homenaje a las víctimas tras la Segunda Guerra Mundial y donde se habían vetado las excavaciones, por respeto.
La estimación de muertos en el campo de exterminio fluctúa entre 700.000 y 900.000
Vía correo electrónico, Sturdy Colls sostiene que convenció a los responsables del museo e incluso al Gran Rabinato de Polonia de que su técnica no invasiva iba a respetar a los muertos y, a la vez, a dar respuestas a los vivos. “La primera vez que fui allí me quedó claro que había una abundancia de evidencias que habían sobrevivido en el terreno y probaban que Treblinka fue un campo de exterminio, no de paso. Ser capaz de confirmarlo ha sido un honor para mí. Había que hacerlo para que aprendan las generaciones futuras”, indica la doctora, especializada en usar sus conocimientos forenses con fines históricos, más allá de sus clases universitarias y de sus colaboraciones con la Policía británica. La zona, remarca, ha quedado luego tal y como la encontraron, con los monolitos de piedra que recuerdan a las innumerables víctimas.
Su técnica, abunda, abre “nuevas posibilidades para el examen del Holocausto o de otros sitios de conflicto”, por lo que planea continuar indagando en otros escenarios. Ya lo ha hecho, usando estos mismos medios, en Staro Sajmiste (Belgrado) y en las islas del Canal del Reino Unido, con resultados positivos. Pero Treblinka es diferente, “especial”, por lo que supone para las víctimas, que ahora pueden enseñar al mundo las piedras que vieron y tocaron. Para dar a conocer los descubrimientos y los métodos empleados, se preparan ya una exposición y un libro con la tarea del equipo de Staffordshire.