martes, 2 de enero de 2007

A cerca de los libros

Cuando nos aproximamos a un libro generalmente no sabemos lo que esconde entre líneas. Es decir, la cocina, lo que queda entre las sombras para siempre. Para romper con este hábito y aprovechando este espacio abierto, quiero contarles, por ejemplo, que La vuelta al mundo en 80 circos tuvo como 20 títulos diferentes hasta llegar al actual y que nació en una noche insomne en Roma, en un hotel en el que no había otra cosa para anotar que una revista de propaganda de viajes, y que escribí todos los personajes que tiene la novela, y que son muchos, encima de las letras impresas. Eso fue en una noche de septiembre de 1993 y sólo después de innumerables correcciones, reescrituras, relecturas, etc., por fin fue parido como libro en Buenos Aires, en el 2006. Durante esos años, todo fue cambiando, menos los personajes, que se mantuvieron firmes, contra viento y marea. Todo fue cambiando por esa obsesión loca que tenemos los que amamos la palabra, de encontrar la frase justa, la imagen que retrate mejor, el color que tenemos guardado en la retina, el olor, el sentimiento que estremece. Porque cuando te dicen qué bien, qué fácil se lee, esa persona ni sospecha el sudor derramado ante la pantalla (escribo directo en la computadora, por fin, después de muchas hojas arrugadas y de no darle tregua a la máquina.)
Y después de todo ese trabajo, ¿qué queda? Un libro que pocos conocen y la satisfacción de una pequeña tarea cumplida. ¿Cumplida? Al menos para ese difícil personaje que es uno mismo, que molesta cuando menos se lo espera. Porque no es fácil saber por qué darse tanto trabajo: duro, silencioso, anónimo. Miro en este momento la contratapa que escribí yo misma en mi primer libro, que vio la luz en Santiago de Chile, en 1987, y hoy tendría que decir exactamente lo mismo:
En éste mi primer libro, sé que empiezo un camino difícil. Siento que las revisiones deberían ser infinitas, porque tal vez sean infinitos los lazos entre la ficción y la realidad, entre el todo y los fragmentos. Pero como en los espacios pequeños o grandes que se crean, siempre rondan los fantasmas, necesitaba deshacerme aunque fuera de algunos de ellos y ustedes se transforman en mis impresicindibles cómplices anónimos. Y si en este empeño alguien camina mis mismas huellas, entonces además valió la pena y lo agradezco.

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